AlmaNegra escribió:
Cierto que podría no durar mucho o desembocar en una guerra de todos contra todos.
Thunderbird escribió:
Para eso se instituyó el contrato social, que no deja sus cláusulas al azar
Creo que hay que distinguir en este debate dos cuestiones, la filosófica de base y la política de técnica de implementación práctica de unas u otras instituciones (en nuestro caso la del sorteo).
La invocación de la "guerra de todos contra todos" remite al fundamento del autoritarismo, según lo estableció Hobbes. Pero eso no tiene nada que ver con las dificultades prácticas de implementación del sorteo (dificultades que posiblemente tengan que ver más con el supuesto fáctico institucional de partida, el que hoy tenemos).
Es decir, y limitando la cuestión, como es preceptivo dada la naturaleza de este foro, a los principios filosóficos de la propuesta de Tasia, si se cree en la bondad natural del hombre (o en el Sujeto Trascendental, dicho sea de otra forma) no hay obstáculo alguno, antes al contrario, para el sorteo como sistema de designación de cargos políticos. Ahora bien, si se cree en la maldad natural del hombre (
homo homini lupus) y en el principio de que se guía por la
cupiditas y la razón instrumental en vez de por la razón trascendental, naturalmente estaremos en contra del sorteo, pues para eso ya tenemos al Leviatán.
Y eso no tiene nada que ver con el "contrato social" en sentido amplio, es decir, el pacto primigenio que hace que el hombre pase del
status naturalis al
status civitatis, pues tan pacto social es el de Hobbes (entrega al Estado de poderes omnímodos) como la convención de Locke (con reserva de derechos inalienables) como el
contrat de Rousseau (contrato social en sentido estricto: cesión de soberanía absoluta derivada no de la maldad natural, sino sobrevenida por la corrupción social).
No estaría de más, para "filosofizar" este debate, que los intervinientes se fueran posicionando inequívocamente sobre cuál es su posición filosófica de partida respecto de la justificación y legitimación (o no) del Estado. Porque, si no, todo el debate se vuelve sumamente confuso y, permítaseme la expresión, viciado de "tertulianismo" (y no de Tertuliano, precisamente).