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TEMA: "Análisis y metafísica". Notas de lectura crítica (cap. 9)

"Análisis y metafísica". Notas de lectura crítica (cap. 9) 01 Ene 2012 19:23 #5958

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Hay en el capítulo 9 del libro de Peter F. Strawson, varios errores de traducción, creo que graves, que hacen bastante ininteligibles algunos pasajes. Por eso comenzaré este hilo con este primer mensaje para intentar aclararlos. El tercero de los cuatro pasajes ya fue objeto de este hilo, pero lo vuelvo a reproducir para dar aquí la relación completa.

1) Página 169.

Texto inglés original:

But the objects so related are obstinately intensional objects, not assignable to a place or time in nature…

Traducción en la edición española:
Pero los objetos relacionados de esta manera son objetos obstinadamente intencionales: objetos que no se pueden asignar a un lugar y tiempo...

Mi traducción sería:
Pero los objetos relacionados de esta manera son objetos obstinadamente intencionales intensionales: objetos que no se pueden asignar a un lugar y tiempo...

2) Página 172.

Texto inglés original:

It was only the observation of the repeated holding, in like particular cases, of certain others relations which were intrinsically capable of being detected in the particular case, that could ground the attribution of the causal relation, in any one individual case, as something holding irrespective of any subjective disposition of ours. So the casual relation regarded as holding between particular “objects” (as Hume would call them) has, on this view, a quite unique character; it is a dependant of generality; it is not, one is tempted to say, something actually present in the particular situation involving the particular objects at all. Or, to put the point in another way, causal generalizations are not generalizations of particular instances of causality; rather, particular instances of causality are established as such only by the particularizing of causal generalizations.
This famous and ingenious solution has become and, in spite of later sophistications, has in essentials remained what the greatest of Hume’s critics called “the accepted view”. It may be worth repeating that critic’s summary of the accepted view. It is, he says, the view “that only through the perception and comparison of events repeatedly following in a uniform manner upon preceding appearances… are we first led to construct for ourselves the concept of cause. Never mind that this summary omits the boldest elements in Hume's doctrine, namely his diagnosis of the source of the belief in necessary connection in nature; for that diagnosis has not generally found favour and forms no part of the view as generally accepted.
The received view has not been universally received. It has been attacked from different angles. Kant's own counter-argument, where clear, is clearly unsuccessful; and indeed it seems to me that no direct attack, no attack which concentrates on the highly general notion of cause, or on that of necessity, is likely to be successful. Nevertheless there is a family of points, none of them novel, which, rightly organized, may radically change the face of the received view, and put it, as it were, in its place. I am fairly sure that I have not succeeded, in what follows, in finding the right organization of these points. Nevertheless I shall assemble them; or some of them.

La traducción en la edición española es:
La atribución de la relación causal a una relación vigente al margen de cualquier disposición subjetiva por nuestra parte sólo podía fundamentarse en la observación de que ciertas otras relaciones que podían intrínsecamente detectarse en el caso particular se daban repetidamente en casos particulares semejantes. Así, la relación causal, entendida como una relación que mantienen entre sí «objetos» —como los llamaría Hume— particulares, posee un carácter único según este punto de vista. Se halla al servicio de la generalidad. No es —se siente uno tentado a decir— algo realmente presente en la situación particular que contiene los objetos particulares. O por decirlo de otra forma: las generalizaciones causales no son generalizaciones de casos particulares de causalidad; más bien, los ejemplos particulares de causalidad se consideran tales por hacer particulares las generalizaciones causales.
Esta famosa e ingeniosa solución ha llegado a ser, y en lo esencial ha seguido siendo, pese a complicaciones posteriores, lo que los mayores críticos de Hume llaman «el punto de vista aceptado». Puede merecer la pena repetir cómo resume el crítico el punto de vista aceptado. Es, dice, la idea de que «si hemos llegado a descubrir una regla según la cual hay ciertos eventos que siguen siempre a ciertos fenómenos, ello sólo se debe a muchas sucesiones percibidas y comparativamente coincidentes con fenómenos anteriores; esto es lo que nos llevaría a formar el concepto de causa». No importa que este resumen omita los elementos más atrevidos de la doctrina de Hume, a saber: su diagnóstico del origen de la creencia en conexiones necesarias en la naturaleza, pues ese diagnóstico no ha encontrado el favor general y no forma parte de la concepción tal y como se la acepta comúnmente.
La opinión recibida no ha sido universalmente aceptada. Se la ha atacado desde diferentes ángulos. El propio contraargumento de Kant, allí donde es claro, resultado fallido. De hecho, me parece que no es probable que tenga éxito ningun ataque directo, ninguno que se concentre en la muy general noción de causa o en la de necesidad. Hay, sin embargo, un conjunto de ideas —ninguna de ellas nueva— que, si se las organiza de manera adecuada, pueden alterar radicalmente el semblante del punto de vista aceptado y, como si dijésemos, situar a ésta en el lugar que le corresponde. Estoy seguro de que no he acertado en lo que sigue a organizar correctamente esas ideas. No obstante, las ensamblaré a unas con otras; al menos a algunas de ellas.

Mi traducción (conservando en lo posible la del libro) sería:
La atribución de la relación causal, en un caso particular cualquiera a una relación vigente, al margen de una cualquier disposición subjetiva por nuestra parte, sólo podía fundamentarse en la observación de que se daban repetidamente, en casos particulares parecidos, ciertas otras relaciones que podían intrínsecamente detectarse en el caso particular se daban repetidamente en casos particulares semejantes. Así, la relación causal, entendida como una relación que mantienen entre sí «objetos» —como los llamaría Hume— particulares, posee un carácter singular único según este punto de vista. Depende Se halla al servicio de la generalidad. No es —se siente uno tentado a decir— algo realmente presente en la situación particular que contiene los objetos particulares. O por decirlo de otra forma: las generalizaciones causales no son generalizaciones de casos particulares de causalidad; más bien, los ejemplos particulares de causalidad se consideran tales por hacer particulares las generalizaciones causales.
Esta famosa e ingeniosa solución ha llegado a ser, y en lo esencial ha seguido siendo, pese a sofisticaciones complicaciones posteriores, lo que los mayores críticos de Hume llaman «el punto de vista aceptado». Puede merecer la pena repetir cómo resume el crítico el punto de vista aceptado. Es, dice, el punto de vista la idea de que «si hemos llegado a descubrir una regla según la cual hay ciertos eventos que siguen siempre a ciertos fenómenos, ello sólo se debe a muchas secuencias sucesiones percibidas y comparativamente coincidentes con fenómenos anteriores; esto sería es lo que nos llevaría a formar el concepto de causa» [corrijo en esta cita también los errores al transcribir la traducción de Ribas de KrV]. No importa que este resumen omita los elementos más atrevidos de la doctrina de Hume, a saber: su diagnóstico del origen de la creencia en conexiones necesarias en la naturaleza, pues ese diagnóstico no ha encontrado el favor general y no forma parte del punto de vista de la concepción tal y como se lo la acepta comúnmente.
El punto de vista recibido La opinión recibida no ha sido recibido universalmente aceptada. Se lo la ha atacado desde diferentes ángulos. El propio contraargumento de Kant, allí donde es claro, ha resultado claramente fallido. De hecho, me parece que no es probable que tenga éxito ningun ataque directo, ninguno que se concentre en la muy general noción de causa o en la de necesidad. Hay, sin embargo, un conjunto de ideas —ninguna de ellas nueva— que, si se las organiza de manera adecuada, pueden alterar radicalmente el semblante del punto de vista recibido aceptado y, como si dijésemos, situar a éste ésta en el lugar que le corresponde. Estoy seguro de que no he acertado en lo que sigue a organizar correctamente esas ideas. No obstante, las voy a recopilar ensamblaré a unas con otras; al menos a algunas de ellas.

3) Página 174.

El texto inglés original es:

...the notion of cause… finds, in the observation vocabulary, no footing which exactly parallels that which I have just illustrated in the case of the notion of substance, yet the notion of causation in general does find a footing or, rather, a foundation, and a secure foundation, in the observation vocabulary.

La traducción en la edición española es:
…la noción de causa... no tiene en el vocabulario de la observación un punto de apoyo completamente paralelo al que he ilustrado para el caso de la noción de sustancia, sin embargo, la noción de causación no encuentra en general un punto de apoyo o, más bien, un fundamento –uno que sea seguro- en el vocabulario de la observación.

Mi traducción sería:
…la noción de causa... no tiene en el vocabulario de la observación un punto de apoyo completamente paralelo al que he ilustrado para el caso de la noción de sustancia, sin embargo, también la noción de causación no encuentra en general un punto de apoyo o, más bien, un fundamento – y uno que sea seguro- en el vocabulario de la observación.

4) Página 175.

El texto inglés original es:

Someone who observes the outcome, but not its bringing about, may seek an explanation of the outcome;

La traducción en la edición española es:
Quien observa el resultado, pero no el que se haga que resulte, puede buscar una explicación de ese resultado;

Mi traducción sería:
Quien observa el resultado, pero no cómo se produce el que se haga que resulte, puede buscar una explicación de ese resultado;

5) Página 184.

El texto inglés original es:

I refer to the model of human action and motivation. It is not by reliance on an observed constant conjunction between motive and movement that we know why we are acting as we do act.

La traducción en la edición española es:
Me refiero al modelo de la acción y la motivación humanas por fiarnos de una conjunción constante de motivo y movimiento que hayamos observado no sabemos por qué actuamos sino en realidad como lo hacemos.

Mi traducción sería:
Me refiero al modelo de la acción y la motivación humanas. No es por fiarnos de una conjunción constante de motivo y movimiento que hayamos observado por lo que no sabemos por qué actuamos sino en realidad como efectivamente lo hacemos.
Bin ich doch kein Philosophieprofessor, der nöthig hätte, vor dem Unverstande des andern Bücklinge zu machen.
No soy un profesor de Filosofía, que tenga que hacer reverencias ante la necedad de otro (Schopenhauer).


Jesús M. Morote
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Última Edición: 02 Ene 2012 14:28 por Nolano.
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"Análisis y metafísica". Notas de lectura crítica (cap. 9) 09 Ene 2012 19:42 #6013

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I

El centro de la discusión que emprende Strawson en este capítulo está en la distinción entre dos aplicaciones posibles del concepto de “causa”: su aplicación en el ámbito de la observación y el lenguaje ordinario y su posible aplicación al conocimiento científico tal como éste es entendido en la actualidad. Aquélla sería una aplicación inmediata, pero la segunda es puesta en cuestión por Strawson, que la denomina “explicación” (explanation): “si bien la causalidad es una relación que se da en el mundo natural, la explicación es cosa distinta” (p. 167). Pero la definición que ofrece de “explicación” es bastante borrosa: “no se trata de una relación natural en el sentido en que quizá pensamos que la causalidad es una relación natural. No se da entre cosas del mundo natural, entre cosas a las que podamos asignar lugares y tiempos en la naturaleza, Se da entre hechos o verdades” (p. 167). ¿De qué está hablando Strawson?

Por “explicación” creo que está entendiendo lo que en Filosofía de la Ciencia se viene conociendo como “explicación nomológica” o modelo de “ley cubriente”, “ley de cobertura” o “ley cobertora”. Es el modelo estándar de explicación científica que se expone en varios lugares de nuestra carrera; por ejemplo, capítulos II a IV de La estructura de la ciencia de Ernest Nagel o capítulo 5 de La filosofía de la biología de Michael Ruse (ambos de la bibliografía de Historia de la ciencia contemporánea), o en el tema 3 de Filosofía de las Ciencias Sociales (libro base de la asignatura homónima). Se trata de un modelo que concibe la estructura del conocimiento científico partiendo de un hecho del mundo que hay que explicar: el explicandum o explanandum. Y se explica mediante un conjunto de conocimientos llamado explicans o explanans, que puede ser simple (una sola proposición) o complejo (varias) pero que siempre incluirá, como mínimo, un enunciado general, una “ley”, llamada de cobertura porque cubre (o engloba) el hecho que queremos explicar como un caso particular de aplicación de dicha ley. Tomando un ejemplo que ofrece Nagel, podemos entender lo que dice Strawson:

a) Una “relación entre cosas del mundo natural” (o hecho de la naturaleza): Vierto agua fría en una copa de metal y la superficie externa de la copa se cubre de vaho. Ahí, según Strawson habría una relación causal entre una causa (llenar la copa de agua fría) y un efecto (cubrirse de vaho la superficie externa de la copa).

b) Una relación entre “hechos o verdades”: el enfriamiento repentino del aire que hay en contacto con la superficie externa de la copa hace que disminuya su capacidad de contener agua, y el exceso de agua en el aire se condensa y se deposita en la superficie de la copa.

La relación a) es un explanandum, algo que queremos explicar. Para eso necesitamos una ley física general que nos explique aquella relación: un explanans. Pero si este explanans fuera tan particular como el explanandum no explicaría nada: necesitamos una “ley general”, una relación conocida no entre cosas naturales (el vaso, el agua fría) sino entre “hechos o verdades” determinados por ciertos conceptos no naturales, sino teóricos (condensación, temperatura, humedad relativa del aire). Por eso dice Strawson:
Strawson escribió:
Pero los objetos relacionados de esta manera [por una explicación] son objetos obstinadamente intensionales [corrijo el lamentable error de la traducción]: objetos que no se pueden asignar a un lugar y tiempo de la naturaleza (pp. 169-170).

La ley de cobertura o explicación no relaciona cosas individualizadas con referencia espacio-temporal, sino “clases de cosas”; no relaciona elementos extensionales de conjuntos, sino conjuntos definidos intensionalmente. Por eso:
Strawson escribió:
...siendo la causalidad una relación natural, una relación de la naturaleza que entre A y B, se dará sin importar cómo se describan A y B. (...) Si lo que buscamos es una explicación, debemos seleccionar hechos apropiados acerca de A y de B. La selección de un hecho apropiado sobre un evento o condición puede llevar consigo que tengamos que elegir entre diferentes descripciones posibles de ese evento o condición (pp. 170-171).

Y eso obliga a plantearse la cuestión clave:
Strawson escribió:
¿qué hace que los hechos seleccionados sean apropiados para la relación de explicación? (p. 171).

Es decir: ¿cuál es la relación que hay entre los hechos y fenómenos naturales singulares y la ley científica explicativa? La cuestión es sabido que la planteó con toda crudeza Hume que, desde entonces, es el punto de referencia inicial para afrontar la cuestión, siendo el siguiente punto de referencia la solución kantiana y su idealismo trascendental. La doctrina de Hume es la que Strawson llama “el punto de vista aceptado” (“the accepted view”). He intentado en el primer mensaje de este hilo unificar en la traducción las palabras que usa Strawson, pues “view” es traducido en la edición española a veces como “punto de vista”, a veces como “opinión”; adicionalmente, Strawson a veces habla de “accepted view” y a veces de “received view”. Voy a dar por hecho que se trata de la misma noción: la doctrina de Hume tal como es conocida de forma estándar (pues el propio Strawson se encarga de subrayar que eso es sólo una parte de su doctrina). Recomiendo mirar el texto inglés original de Strawson en este pasaje (y, el que lo necesite, puede mirar también mi traducción), pues a las deficiencias obvias del texto de la edición española se une cierta ambigüedad por parte de Strawson. Hay un pasaje especialmente abstruso:
Strawson escribió:
Así, la relación causal, entendida como una relación que mantienen entre sí «objetos» —como los llamaría Hume— particulares, posee un carácter singular único según este punto de vista. Depende Se halla al servicio de la generalidad. No es —se siente uno tentado a decir— algo realmente presente en la situación particular que contiene los objetos particulares. O por decirlo de otra forma: las generalizaciones causales no son generalizaciones de casos particulares de causalidad; más bien, los ejemplos particulares de causalidad se consideran tales por hacer particulares las generalizaciones causales (p. 172).

Es cierto, como dice Strawson, que, una vez establecida la generalidad (la ley general de cobertura), son los casos y ejemplos particulares los que se subsumen, o dependen en nuestra concepción del mundo, de la “generalidad”. Pero para haber podido establecer esa ley general de cobertura, según el “punto de vista aceptado” (el de Hume) hay que haber observado regularidades, lo que sólo se puede hacer observando casos particulares de causalidad: es, entonces, desafortunada esta frase de Strawson: “las generalizaciones causales no son generalizaciones de casos particulares de causalidad”; más bien se trata de un proceso mutuo de retroalimentación entre ejemplo particular y generalización, como veremos más adelante.

Strawson afirma que “no es probable que tenga éxito ningún ataque directo” al “punto de vista aceptado” si se realiza, como hace Kant, desde la “noción de causa” o desde la noción “de necesidad” (p. 173); es decir, desde el esquema kantiano de las categorías (particularmente la categoría de la causalidad) o desde los esquemas a priori de la razón pura (la “necesidad”). Eso es lo que va a justificar Strawson en los siguientes apartados del capítulo, aunque, como él mismo reconoce, de forma bastante desorganizada.

II y III

Dentro de su eclecticismo dice Strawson que “el punto de vista recibido, sostendré, es en parte correcto y en parte equivocado” (p. 173). Comparto esta prudencia valorativa, pero eso no nos debe impedir poner de manifiesto los elementos aporéticos que todo eclecticismo inevitablemente comporta.

La primera crítica de Strawson al “punto de vista aceptado” es sólida: evidentemente la mera sucesión de dos eventos (por mucha regularidad y constancia con que se presente) no da cuenta exacta de nuestra idea de causalidad o de vínculo causal entre dos eventos. Pero el caso es que ese vínculo, cómo se produce cierto resultado de la interacción de dos cosas, no es directamente observable, como sí lo es el propio resultado. Y aquí introduce Strawson una distinción importante entre la “observación grosera” y “la construcción teórica o la observación minuciosa”.

La primera nos permite, mediante la analogía, transferir las nociones causales que, aunque inobservables, son bastante evidentes (el viento derriba un árbol, me corto un dedo y sale sangre) a otras sucesiones de hechos más oscuras. Pero lo más interesante de lo que dice Strawson es que la construcción teórica (científica) no es un refinamiento de la observación grosera, al menos en la moderna concepción de la ciencia. Y se remite a Russell:
Strawson escribió:
No hay duda de que con la evolución de la teoría física sofisticada disminuye y finalmente, quizá llega a su fin el uso, y la utilidad, de nuestros modelos más groseros. Llegados a este punto, la noción de causa deja de cumplir su cometido en la teoría física, como Russell dijo que debería y acabaría por suceder (p. 176).

Y finalmente, como se ha sugerido ya, en los desarrollos más complejos de la teoría física los modelos parecen desvanecerse del todo. Las ecuaciones sustituyen a las imágenes. La causación es engullida por la matemática (p. 180).

La opción de la teoría física por los modelos matemáticos expulsa a la causalidad de su imagen del mundo. En efecto, tomemos, por ejemplo, la segunda ley de Newton:
F=m.a
En principio, la variable dependiente sería la fuerza (F), efecto de dos concausas, la masa (m) y la aceleración (a). Pero dada la esencial intercambiabilidad de las variables entre los miembros de la ecuaciones, igualmente:
a=F/m
es decir, que la aceleración de un cuerpo puede ser vista como el efecto de la fuerza que se ejerce sobre él y de su masa. De ello se ocupa Strawson más adelante en el apartado VII del capítulo. Lo que por el momento nos interesa es que la imagen del mundo procedente de nuestra observación ordinaria, teñida de causalidad, es muy diferente a la propia de las teorías físicas modernas, que han desechado ese concepto de causalidad por ser fundamentalmente cualitativo y no cuantificable ni reducible a modelos matemáticos. Eso abre un abismo entre ambos tipos de “observación”:
Strawson escribió:
...la búsqueda de teorías causales es una búsqueda de modos de acción y reacción que no son observables en el nivel ordinario (o que no son observables en absoluto, sino que se los postula o se los adapta como hipótesis) y que encontramos inteligibles porque los elaboramos como modelos a partir de, o porque los concebimos en analogía con, esos varios modos de acción y reacción que la experiencia ofrece a la observación grosera (p. 179).

Me gustaría destacar dos expresiones en ese texto de Strawson que caracteriza la “observación grosera” o del “nivel ordinario”. La primera, que la causalidad trata de cosas “que no son observables”; precisamente la ciencia moderna siempre requiere posibilidad de observación de sus variables, pues si no se pueden cuantificar no se pueden utilizar en una ecuación y, en consecuencia, contrastar empíricamente los resultados. La segunda es la “analogía”; la analogía siempre está basada en la semejanza y la semejanza es cualitativa: dos cosas cuantitativamente semejantes son iguales, no análogas; no hay números análogos entre sí, sino que o son iguales o son totalmente diferentes.
Bin ich doch kein Philosophieprofessor, der nöthig hätte, vor dem Unverstande des andern Bücklinge zu machen.
No soy un profesor de Filosofía, que tenga que hacer reverencias ante la necedad de otro (Schopenhauer).


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Última Edición: 29 Ene 2012 10:22 por Nolano.
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Re: "Análisis y metafísica". Notas de lectura crítica (cap. 9) 09 Ene 2012 19:58 #6014

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IV

Abierto ese abismo entre ciencia y pensamiento ordinario, Strawson tiene el campo libre para introducir lo que yo llamaría un kantismo “light”: la introducción de las categorías, especialmente en este capítulo la causalidad, como marco “preexistente” o “preteórico”; y acabar concluyendo que “Es por esto por lo que Kant está fundamentalmente en lo cierto frente a Hume” (p. 184). ¿Y por qué digo que es “light”? No me voy a entretener con una cuestión que ya hemos tratado como es que las “creencias son inseparables de los conceptos que tenemos de las cosas” (p. 181). Pero sí que hay muchas cosas que criticar de la posición de Strawson.

Creo que las cosas no pueden quedar como quiere Strawson, porque si la causalidad es una categoría a priori (“las nociones generales de eficacia causal y de respuesta causal, de efectos que se logra que se den de diversas formas específicas, se encuentran ya alojadas en nosotros mismos”, pp. 183-184) no acabo de entender cómo es que podemos desprendernos de ella cuando tratamos las cosas bajo una observación “fina” (y no grosera) como ocurre en la práctica científica. ¿Cómo es posible que obtengamos nuestros conocimientos más amplios, precisos y contrastados dejando a un lado algo a priori como es la causalidad, que sin embargo resulta operativa en la observación grosera y aproximada de nuestra vida ordinaria? Desde antiguo se ha visto el conocimiento como escalonado desde un grosero e inferior conocimiento ordinario, pasando por un grado más elevado, el conocimiento científico, hasta llegar al grado más elevado, el conocimiento filosófico. ¿Habrá que hacer ahora, como Strawson, un “retroceso” y llevar la filosofía al escalón más primario de conocimiento, por ser inadecuada al conocimiento, más afinado, de la ciencia?

De hecho, Strawson, creyendo superar “el punto de vista aceptado” de Hume, mediante el idealismo de Kant, abandona en favor de Hume el campo científico. Y eso es muy poco kantiano. En efecto, ya hemos visto a lo largo de los capítulos anteriores cómo Strawson abandonaba la universalidad kantiana en favor de una diluida “generalidad”; ahora completa esa línea de investigación reduciendo el esquematismo de la razón pura a una aplicación meramente ordinaria (y no científica, que es lo que realmente interesaba a Kant, como creo que es evidente). Pero entonces, ¿en qué fundamentar las regularidades de la ciencia, las leyes científicas, si no es en la mera constatación de la aparición de tales regularidades, sin garantía alguna de universalidad ni necesidad? Tomemos el propio ejemplo de Strawson, para ilustrar dos hechos que aparecen juntos en el mundo pero que no tienen correlación causa-efecto entre sí, en la página 183: “Las aves que vuelan tierra adentro presagian la tormenta venidera”; pues bien, la ciencia podría, perfectamente, si prescinde de la causalidad, elaborar un modelo en que la probabilidad de tormenta se vincule, como variable dependiente, con el movimiento de las aves como variable independiente; y hasta podría realizar ciertas predicciones que se cumplieran. Pero ciertamente, diga lo que diga Strawson, ningún científico consideraría eso un modelo plausible: no porque no aprecie esa conjunción en la aparición de los hechos, sino porque una explicación basada en una correlación causal entre ambos sería poco verosímil, y el concepto de verosimilitud, mucho más que el de verdad, es importante en la elaboración de teorías científicas, como ya expuse al comentar otro capítulo precedente del libro de Strawson. No es, por tanto, buena idea, en mi opinión, dejar de lado la ciencia en un estudio de metafísica; de hecho la discusión entre Einstein y Bohr, así lo muestra.

V

En este apartado introduce Strawson el “modelo de la acción y la motivación humanas” (p. 184), de forma a mi parecer desafortunada. En efecto, obcecado en refutar el “punto de vista aceptado” de Hume, Strawson introduce el modelo de acción voluntaria humana como muestra de que la mera “conjunción constante” de dos fenómenos no da cuenta adecuada de la categoría preteórica de causalidad:
Strawson escribió:
...la experiencia que se tenga dentro de esta área da normalmente resultados positivos gracias a un género característico de avance en la autocomprensión o comprensión empática del cual no cabe dar explicación alguna que se parezca a la de Hume (p. 186).

Pero digo que la introducción de la voluntad humana es desafortunada porque precisamente la voluntad como concepto filosófico (o categoría a priori) no se ha relacionado con la causalidad sino por vía de oposición, y no como fundamento de ésta. Si se quiere evitar esta conclusión, hay que retrotraerse a las oscuridades míticas del conocimiento:
Strawson escribió:
De aquí que buscaran ganarse el favor de esos agentes con honores y ofertas, con sacrificios y culto, haciendo lo que buenamente podían para tener a los dioses de su parte (p. 183).

El descenso a los abismos de Strawson es llamativo, pues si ya había dejado a un lado el conocimiento científico, ahora deja de lado incluso el conocimiento vulgar de sentido común para remitirse, en su búsqueda de las raíces de la causalidad hasta el antropomorfismo cósmico de las religiones primitivas. Pero el caso es que, ya desde Tales, y sean cuales sean sus vínculos con el mito, se puso como fundamento del pensar filosófico la reflexión sobre una arjé despersonalizada y, si bien de corte hilozoísta, no hiloantrópica. Pero sin irnos tan lejos, moviéndonos en el entorno filosófico de Hume y Kant, que es lo que aquí interesa, creo que hay que distinguir muy bien entre voluntad libre y causalidad. Ciertamente si yo decido coger una ciruela del árbol, es mi voluntad la “causa” del desprendimiento de la fruta. Pero pongo esas comillas porque hay aquí dos cosas separadas: la voluntad humana y el movimiento mecánico de la mano que es lo que realmente actúa como causa física sobre el árbol para dar lugar al desprendimiento de la fruta. Nunca se ha llamado causalidad a la acción de la voluntad sobre el cuerpo; la causalidad es sólo un fenómeno físico. Precisamente el problema insoluble del mecanicista Descartes fue cómo ligar ambas cosas, la voluntad humana y la acción de ésta sobre los cuerpos, cómo enlazar la res cogitans con la res extensa. Por eso el racionalismo posterior no vio nunca la voluntad como raíz de la causalidad, sino ésta como enemiga de aquélla, hasta el punto de caer Spinoza en la doctrina de la unicidad de la sustancia y Leibniz acabar enredado en un quasi spinozismo al no poder encajar su armonía preestablecida con una auténtica libertad humana en el ámbito de lo posible (ver tema 9.4 de la UD de la asignatura).

Ésta es la aporía en la que incurre Strawson: si la autoconciencia de la libertad y la voluntad humana está en la raíz de la categoría a priori (preteórica) de la causalidad, nada habría más errático e impredecible que un vínculo causal, que sería libre y no determinado, lo que va en contra de su propia naturaleza causal; y si la causalidad es un vínculo preteórico con carácter de generalidad, no se ve cómo ligarlo conceptualmente con algo como la libre voluntad. Dejemos este asunto, pues, para el último capítulo del libro, que trata precisamente de la libertad, no sin antes hacer notar que viendo las cosas como las acabo de explicar, Kant aplicó la causalidad sólo al mundo de los fenómenos físicos, reservando la voluntad libre para el mundo de la razón práctica, un mundo teórico y un mundo práctico que siempre mantuvo separados, precisamente para no incurrir en las aporías de Leibniz. Cuando mi mano alcanza el árbol (e incluso antes, cuando el cerebro envía sus impulsos al músculo del brazo) es cuando entramos en el mundo de la causalidad; pero antes, en el acto volitivo, no hay causalidad alguna.

VI y VII

Volvemos a la cuestión de las leyes científicas, si bien ahora bajo una nueva perspectiva que pretende completar lo ya dicho en los apartados anteriores de este capítulo.

Tenemos, en primer lugar, la postura de Mill, que se critica en las páginas 187 y 188. Esta postura creo que se podría formalizar en lenguaje lógico de la siguiente manera (obviamente se trata de una formulación simplificada):
C1^C2^...^Cn^(K1vK2v...vKs)↔E

Todo efecto es el resultado indefectible de un conjunto de causas (“condiciones, positivas y negativas”, p. 187). Algunas, como las indicadas con la letra C son condiciones necesarias; otras indicadas con la letra K pueden ser condiciones suficientes si se dan las restantes condiciones necesarias. Naturalmente, la “suma total de condiciones” puede ser amplísima y muy compleja, y normalmente, salvo experimentos de laboratorio controlados, lo será; por eso la formulación más frecuente del principio de Mill es la que expresa Strawson en la página 190:
Strawson escribió:
La terminología preferida al utilizar esta noción es la de las condiciones necesarias y suficientes. Así, tenemos formulaciones como la siguiente: si se dan circunstancias de un tipo, X, entonces el que acontezca un evento de un cierto tipo α es necesario y suficiente para que subsiguientemente acontezca un evento de un tipo β. El esquema es claramente equivalente a este otro: si se dan circunstancias de un tipo, X, entonces el que acontezca un evento de un tipo β es suficiente y necesario para que haya previamente acontecido un evento de un tipo α.

Si tratamos el conjunto (C2^C3^...^Cn más alguna de las Ks) como las “circunstancias de tipo X”, que no es otra cosa que la aplicación de la cláusula coeteris paribus, entonces la condición, por ejemplo, C1 es condición necesaria y suficiente para que acontezca el evento E (efecto).

Strawson hace omisión total de la cláusula coeteris paribus y eso le permite deshacerse con facilidad de la idea de Mill, con un simple brochazo grueso: “Ni se nos ocurre formular o concebir leyes que no admitan excepciones” (p. 188); pero eso no invalida la idea de Mill, que creo que tiene en cuenta la ignorancia de todas las causas en cualquier fenómeno. No es verdad lo que dice Strawson de que todas las leyes admitan excepciones; lo que ocurre es que todas las leyes científicas están confeccionadas bajo supuestos de constancia de “los demás factores”, que no intervienen en el modelo o ley, por considerarse de poca relevancia o por ser incontrolables, ignorados o impredecibles; y eso las hace esencialmente falibles (o falsables). El modelo de Mill o el modelo de “invariabilidad de la asociación” (p. 190) son fundamentalmente los mismos modelos que los cuantitativos matemáticos de la ciencia moderna, si bien bajo otra forma de expresión. El bicondicional de aquéllos es equiparable al signo “=” de las ecuaciones; y el coeteris paribus tiene su reflejo matemático en las constantes y en los parámetros de las ecuaciones.

Strawson da carpetazo al asunto: “Estas preguntas pertenecen a la filosofía de la ciencia y la de la ciencia aplicada, y todo lo que se parezca a darles una respuesta adecuada queda fuera de mi competencia y del alcance de este libro” (p. 188). Rompe así cualquier amarra entre la Filosofía de la Ciencia y la Metafísica.

Para finalizar, dos observaciones.
Strawson escribió:
Voces autorizadas dicen que hay otro nivel –uno inferior o más minucioso, propio de la teoría física- en el cual eso no sucede: un nivel en el que a lo sumo todo lo que podemos esperar hallar son leyes probabilísticas (p. 189).

Me remito, sobre la probabilidad en la ciencia moderna, a mis comentarios al capítulo 7, donde expongo que creo que Strawson se equivoca en todo este asunto de la generalidad, la universalidad y la probabilidad en la ciencia.

La segunda observación se refiere a los comentarios de la página 190 sobre la ausencia de consideración por parte de la ciencia matemática de una secuencia temporal causa-efecto. Ciertamente, en su modelo más primario, la física matemática analiza los procesos físicos como siempre reversibles. Desde este punto de vista siempre falta ahí la intuición de que la causa precede al efecto, que parece imprescindible en el concepto de causalidad que aceptamos todos. No obstante, habría que dejar constancia de que esa completa reversibilidad física está puesta hoy en día en cuestión por la segunda ley de la termodinámica; la ciencia, después de todo, no resulta tan insensible a las categorías o esquematismos de la mente humana y realiza esfuerzos serios para conciliar su método cuantitativo con los requerimientos preteóricos.
Bin ich doch kein Philosophieprofessor, der nöthig hätte, vor dem Unverstande des andern Bücklinge zu machen.
No soy un profesor de Filosofía, que tenga que hacer reverencias ante la necedad de otro (Schopenhauer).


Jesús M. Morote
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Re: "Análisis y metafísica". Notas de lectura crítica (cap. 9) 15 Ene 2012 11:11 #6083

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Sobre las traducciones estoy contigo en todas, salvo en la tercera, de la que ya hablamos aquí y para la que propuse esta otra:
"…la noción de causa... no tiene en el vocabulario de la observación un punto de apoyo completamente paralelo al que he ilustrado para el caso de la noción de sustancia, sin embargo, la noción de causación sí que encuentra en general un punto de apoyo o, más bien, un fundamento – y uno seguro- en el vocabulario de la observación."
El "does find" enfatiza el hecho de que la noción de causación, frente al de causa, "sí que" encuentra ese punto de apoyo. El "también" que tú añades no me parece que tenga justificación en el texto original, aunque el restulado sea similar, esta vez ligando la noción de causación con la de sustancia dado que ambas encuentran ese apoyo. Pero eso no me parece que se corresponda con la expresión de Strawson.

En cualquier caso, en este capítulo los errores de traducción alcanzan ya límites bastante graves. Strawson en este español se desdibuja y no hay quien le entienda en ocasiones...
Javier Jurado
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Última Edición: 15 Ene 2012 11:13 por Kierkegaard.
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Re: "Análisis y metafísica". Notas de lectura crítica (cap. 9) 23 Ene 2012 00:08 #6133

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I, II y III
Nolano escribió:
es, entonces, desafortunada esta frase de Strawson: “las generalizaciones causales no son generalizaciones de casos particulares de causalidad”; más bien se trata de un proceso mutuo de retroalimentación entre ejemplo particular y generalización
En mi opinión, a la noción de sustancia a la que Strawson se aferra también le sucede algo similar, como ya acertó a ver Hume a quien no creo superado por aquél. Pues si los casos particulares no son estrictamente observados nunca como ejemplos de causalidad porque
Nolano escribió:
la mera sucesión de dos eventos (por mucha regularidad y constancia con que se presente) no da cuenta exacta de nuestra idea de causalidad o de vínculo causal entre dos eventos.
tampoco un objeto que se nos presenta constituye más que un agregado de características o notas que percibimos unidas de forma recurrente. Por mucha regularidad con que se presenten, construimos una noción de sustancia a partir de esta regularidad, y también por ésta acabamos distinguiendo ciertas notas como esenciales, como irrenunciables para mantener esa unidad construida por pura inferencia, que excede lo que meramente se nos presenta en cada caso particular.

La apreciación grosera, intuitiva o fenomenológica proyecta el significado de la causalidad a partir de la experiencia inmediata de empujar y ser arrastrado que tenemos, viene a decir Strawson. Pero del mismo modo, la unidad de la sustancia se construye, me parece, por la aparente unidad de la conciencia y su memoria: porque retenemos las notas percibidas que se repiten en nuestra experiencia memorizada; y porque al recordarlas nos palpamos como siendo el mismo en el tiempo - nuestra mismidad - lo que nos hace considerar nuestra propia unidad y proyectar fácilmente la categoría unitaria que sirve de soporte a las notas – sub-stare.

Así pues, aunque comparto la realimentación que propones, le concedo a Strawson la pertinencia de la frase pues como ya advirtieron Hume y Kant, la causalidad en sí nunca se observa en el caso particular, aunque critico a Strawson la viabilidad que concede a la noción de sustancia (su carácter fundamental sólo se diferencia, me parece, por el diferente nivel de inmediatez con que se nos presentan las experiencias inmediatas que las construyen). Por eso no me parece justa la que entiendo que es tu crítica a estas palabras de Strawson:
Nolano escribió:
Strawson escribió:
...la búsqueda de teorías causales es una búsqueda de modos de acción y reacción que no son observables en el nivel ordinario (o que no son observables en absoluto, sino que se los postula o se los adapta como hipótesis) y que encontramos inteligibles porque los elaboramos como modelos a partir de, o porque los concebimos en analogía con, esos varios modos de acción y reacción que la experiencia ofrece a la observación grosera (p. 179).
Me gustaría destacar dos expresiones en ese texto de Strawson que caracteriza la “observación grosera” o del “nivel ordinario”. La primera, que la causalidad trata de cosas “que no son observables”; precisamente la ciencia moderna siempre requiere posibilidad de observación de sus variables, pues si no se pueden cuantificar no se pueden utilizar en una ecuación y, en consecuencia, contrastar empíricamente los resultados. La segunda es la “analogía”; la analogía siempre está basada en la semejanza y la semejanza es cualitativa: dos cosas cuantitativamente semejantes son iguales, no análogas; no hay números análogos entre sí, sino que o son iguales o son totalmente diferentes.‬
Precisamente como la causalidad en sí resulta estrictamente inobservable en el caso particular que es el que observa la ciencia, desaparece como dice Russel como noción científica. La causalidad no se puede “medir”, y como mucho tenemos criterios que hacen más verosímil pronunciarnos sobre ella tales como la alta correlación, la sucesión temporal, la plausibilidad de la relación,... Y de ahí la analogía que plantea Strawson: como no podemos experimentar directamente percepciones como las inmediatas de empujar y ser arrastrados en el ámbito de la última ciencia más macro y microfísica, trasladamos por pura analogía el esquema que vivimos en aquéllas a los meros datos observables y a las ecuaciones, haciéndonos inteligible y más intuitiva la ley científica que construimos.
Javier Jurado
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Última Edición: 23 Ene 2012 00:09 por Kierkegaard.
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Re: "Análisis y metafísica". Notas de lectura crítica (cap. 9) 23 Ene 2012 00:10 #6134

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IV, V, VI y VII

Con lo dicho antes, quedaría respondida tu pregunta:
Nolano escribió:
¿Cómo es posible que obtengamos nuestros conocimientos más amplios, precisos y contrastados dejando a un lado algo a priori como es la causalidad, que sin embargo resulta operativa en la observación grosera y aproximada de nuestra vida ordinaria?
Los criterios de causalidad que he enumerado no son improvisados, sino que responden a la práctica científica más habitual, como la que se da en epidemiología. Así, en el ejemplo de las aves, efectivamente “ningún científico consideraría eso un modelo plausible”. No creo, por lo dicho, que si se entienden correctamente las palabras de Strawson se pueda decir que pretenda “dejar de lado la ciencia en un estudio de metafísica”. Otra cosa, efectivamente, sería la cuestión, que ya hemos discutido, sobre si la ciencia apoyada en sus ecuaciones y experimentos ha alcanzado ya límites, como sucede en la mecánica cuántica, que chocan con nuestra noción de causalidad - o mejor dicho, con nuestra imagen de un mundo causalmente determinista. Strawson pasa por encima de este asunto pero no deja de aludir a él, como has citado. En cualquier caso, es un hecho, como apunta Russel, que en la ciencia actual se ha abandonado hoy la pretensión de demostrar la causalidad. Como decías de la “verdad”, a propósito de las diferentes teorías sobre ella, resulta una noción excesivamente ambiciosa para la ciencia.

En mi opinión, Strawson añade a la tesis de Hume – para él insuficiente pero necesaria – el factor fenomenológico de nuestra experiencia inmediata: la causalidad tal y como empezamos a intuirla en nuestras más primarias experiencias – filo y aun ontogenéticamente hablando, me parece (y lo mismo vale para la noción de sustancia). Pero no creo que esté “obcecado en refutar el “punto de vista aceptado” de Hume”. La noción de la voluntad no se opone necesariamente a la noción de causalidad, sino a la idea de que el mundo entero esté causalmente determinado, que es cosa bien distinta.

Strawson hace ver que la primera intuición de la causalidad reside en la experiencia que tenemos al desear e intentar provocar algo y lograrlo: nuestra voluntad se nos muestra así como causa del efecto (con la problemática mediación del cuerpo, como apuntas). Que esta experiencia es intuitivamente fundamental lo ilustra Strawson con su comentario sobre la proyección antropomorfa de las religiones, pero sin por ello “retrotraerse a las oscuridades míticas del conocimiento”. En mi opinión no hay tal “descenso a los abismos”. Que la voluntad se conciba como una causa libre no impide que no se puedan concebir causas no libres o determinadas (ello nos conduciría al problema de las causas intermedias, siempre dependientes de causas previas, ad infinitum). Será sin embargo la regularidad de la naturaleza que estudia la ciencia y que advierte Hume la que pondrá en duda la extraña y al parecer exclusiva particularidad de la libre voluntad humana (su ser como causa última de la acción). No hay pues tal aporía, pues hasta en el determinismo mecanicista de Descartes o Leibniz hubo al menos un primer “capirotazo” – en las despectivas palabras de Pascal – de Deus ex machina, para echarlo a andar. El privilegiado estatuto de la voluntad humana, a la luz de los descubrimientos científicos que iban consolidando la imagen de un mundo nada arbitrario, llevaron a muchos metafísicos, pasando por Spinoza, del que hablaremos en el siguiente capítulo, y por Kant, a plantearse la cuestión. Y así, no es del todo justo decir que éste se limitó a reservar “la voluntad libre para el mundo de la razón práctica, un mundo teórico y un mundo práctico que siempre mantuvo separados” pues abordó a fondo la problemática de la voluntad libre y la causalidad en la Crítica de la razón pura (y no sólo la razón práctica), en la tercera de las antinomias.
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Re: "Análisis y metafísica". Notas de lectura crítica (cap. 9) 29 Ene 2012 11:14 #6195

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Sobre el mensaje 6133:

Estoy completamente de acuerdo contigo en lo referente a que el concepto de "sustancia" es susceptible de las mismas críticas, en cuanto a su configuración, que las del concepto de "causalidad". En eso, como bien dices, la crítica de Hume es difícil de soslayar.

Dentro de la oscuridad y dificultad que presenta esta cuestión, creo, sin embargo, que para Strawson el concepto de sustancia, como bien dices tú, es más "inmediato" (por decirlo así) que el de causa. Efectivamente, tal como introdujo el concepto de sustancia al final del capítulo 5, bajo el subterfugio de llamarlo "individuos", lo hacía depender del espacio y el tiempo ("Así pues, estos individuos que ocupan espacio y que conservan su identidad -individuos a los que, en nuestra experiencia, cabría llamar 'objetos materiales' o 'cuerpos'- ocupan una posición fundamental en nuestro esquema de cosas, en la estructura conceptual que empleamos", p. 120); en cambio, la "causalidad" es una categoría. El espacio y el tiempo, en Kant a quien sigue Strawson, como formas a priori de la sensibilidad creo que son más primarias que las categorías, pues forman parte de (o dan forma a) la intuición o percepción sensible, mientras que las categorías se aplican a ese material en bruto que es la percepción sensible y, al menos desde el punto de vista lógico, vienen después que el espacio y el tiempo.

En cuanto al final de tu mensaje, mi crítica a Strawson va dirigida a rechazar rechazar el abismo que abre entre observación ordinaria o "grosera" y observación científica o "fina". Es cierto que es mucho más difícil de observar (y no es nada fácil decir qué hay que entender aquí por "observar") la fisión de un átomo que la tracción de una silla por un hombre. Pero el "modo de acción y reacción" es tan inobservable en un caso como en el otro. Por eso no comparto el abismo de Strawson contenido en el texto de la p. 179, que critico, ya que: a) tan inobservable es la interacción de los cuerpos en el caso de experiencia ordinaria como en el caso del experimento sofisticado de la Física moderna; y, en consecuencia, b) no se puede tomar éste último como una aplicación analógica de la primera (que, como he dicho, tampoco es observable en sí misma). La relación que hay ahí, me parece, es la derivada del camino del conocimiento humano de lo más simple a lo más complejo (y no a la inversa), pero eso no creo que pueda ser calificado de analogía; y ello porque la analogía supone aplicar a lo desconocido el esquema de lo conocido y, como digo, tan desconocido e inobservable es el "modo de acción y reacción" en la observación grosera como en la científica.
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Última Edición: 24 Ene 2014 12:19 por Nolano.
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Re: "Análisis y metafísica". Notas de lectura crítica (cap. 9) 29 Ene 2012 12:06 #6196

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Sobre el mensaje 6134:

Sin entrar a fondo en el problema de la libertad, que es objeto del siguiente capítulo, creo que hay mantener separadas dos cosas, para no malinterpretar a Kant.
Kierkegaard escribió:
pues [Kant] abordó a fondo la problemática de la voluntad libre y la causalidad en la Crítica de la razón pura (y no sólo la razón práctica), en la tercera de las antinomias.

Eso no es exacto. Lo que ahí puso de manifiesto Kant es, precisamente, que no se puede aplicar la causalidad (categoría del entendimiento) al mundo como incondicionado (ver,a este respecto, pp. 258-259 UD). No podemos hablar de causalidad (sin incurrir en antinomia aporética) sobre el mundo como incondicionado, el mundo en su totalidad como serie de fenómenos causales; la causalidad sólo se aplica a los fenómenos del mundo, no al mundo como serie global de fenómenos.

En mi opinión, al no tener esto lo suficientemente claro (o, al menos, no diferenciarlo adecuadamente en su exposición), Strawson utiliza la libertad de la voluntad como punto de apoyo del concepto que tenemos de la causalidad; pero no de la causalidad del mundo en su conjunto, sino, creo que de forma evidente, en la causalidad en el mundo fenómeno a fenómeno. Y eso es lo que resulta kantianamente inadmisible.

Podemos, tras las enseñanzas de Kant, llegar a ver cómo la percepción o convicción interna que yo tengo de mi voluntad libre, puede servir para fundamentar la convicción (problemática a más no poder) de que, si yo desarrollo por un acto libre una secuencia de acontecimientos, la secuencia completa de fenómenos del mundo habrá sido originada por la voluntad de un Ser Supremo. Pero Strawson se refiere a otra cosa:
Strawson escribió:
Los primeros teóricos, pero no sólo ellos, conscientes de los motivos existentes tras el ejercicio de esos poderes y de los vastos efectos presentes en la naturaleza (...) parecen haber encontrado muy fácil y natural atribuir esos efectos a agentes sobrehumanos... (p. 185, el subrayado es mío).

No estamos, pues, hablando del "primer capirotazo", sino de que si cae un pedrisco es porque Dios nos castiga. Ese concepto de la causalidad, esa forma de explicar por qué el hombre cree en la causalidad, sí es retrotraerse a los abismos de una superchería casi animista.
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