Bienvenido, Invitado
Nombre de Usuario: Contraseña: Recordarme
  • Página:
  • 1

TEMA: Comentario sobre "El Nacimiento de la Política" de Finley

Comentario sobre "El Nacimiento de la Política" de Finley 13 Dic 2010 11:49 #570

  • Kierkegaard
  • Avatar de Kierkegaard
  • DESCONECTADO
  • Escolástico
  • Mensajes: 2185
  • Gracias recibidas 1790
He encontrado por Internet un comentario al libro de Finley sobre El Nacimiento de la Política que recoge unas pocas objeciones al texto, y quería saber qué os parecen a quienes lo habéis leido:

-Pag.39: “[...] Atenas, Esparta y Roma se caracterizaron por una aceptación permanente de sus instituciones políticas y de los hombres y clases que las hicieron funcionar.” La aceptación de esto hubiera conducido ineludiblemente a una inmovilidad social de todo tipo(ni levantamientos, ni cambios de sistemas políticos -tiranía, democracia...-) ¿Por qué si no la no “aceptación de las instituciones” y, especialmente, “de las hombres y clases” que gobernaban, por parte de un grupo numeroso de la población se desembocó en las staseis en Grecia y en diversos levantamientos y desórdenes populares en Roma?.

-Pag.40: (hablando de los impuestos) “Nunca pasaron a ser contribuciones regulares, y los pobres estaban totalmente exentos de ellas en las poleis griegas, y también en gran medida en Roma. De hecho, pues, los ciudadanos pobres, especialmente los campesinos, estaban exentos en gran medida de la contribución[...]”.

Esto es sencillamente falso. Al parecer el señor Finley desconoce la Constitución de los atenienses donde Aristóteles recoge lo siguiente al comienzo del capítulo XVI: “A esto se añadía que con el cultivo de la tierra aumentábanle a él también sus ingresos, ya que cobraba el diezmo de lo que se obtenía. Por esta razón estableció jueces municipales y él mismo salía a menudo al campo a para inspeccionar y zanjar disputas [...]). A una de estas disputas cuentan que se refiere la anécdota de Pisístrato relativa al campesino del Himeto que labraba lo que más tarde se llamó una finca exenta de pago; vio Pisístrato a un hombre que cavaba y labraba un terreno que era todo piedra, se extraño y mandó a un criado que le preguntara qué podía producir aquel terreno; <> respondió el labrador "y de estos disgustos y dolores es menester que Pisístrato tenga también el diezmo". Dijo esto sin conocer a Pisístrato, pero a éste le gustó su franqueza y laboriosidad y le eximió de todo tributo.”.

Aun cuando anécdotas de este tipo suelen ser recreaciones literarias, subyace a todas ellas una realidad social que es la que permite insertar dichas anécdotas sin convertir el texto en un absurdo para su público, un público que sin duda las hubiera rechazado.

-Pag.169: “[...] la única preocupación romana respecto a sus vecinos (dentro y fuera de Italia) era conquistarlos, cosa que hicieron con ferocidad intencionada, acompañada de desprecio.”. Ahora el señor Finley suma a la ignorancia de las fuentes la de la propia realidad: cómo piensa que ha sido transmitido el legado griego si no es gracias a la adaptación y conservación ejercida por el pueblo romano; nunca se hubiese asimilado y reelaborado algo que se despreciaba (desde el panteón de dioses, hasta los estilos arquitectónicos, pasando por los géneros literarios o los diferentes “metros” de su poesía, lo cual , a su vez, no se entiende a menos que hubiese una gran parte de la sociedad que admirase el Volksgeit griego, como Cicerón u Horacio por citar sólo alguno. En este sentido el propio Horacio nos refiere en sus Epistulae (2,1,156): “Graecia capta ferum victorem cepit et artes intulit agresti Latio.”. En español dice así: “ La Grecia vencida venció al fiero vencedor e introdujo las artes en el agreste Lacio.”. Quizá esta frase expresa desprecio en lugar de reconocimiento(¿?).

-Pag.170. Aquí el señor Moses Finley, cuando dice que de ninguna manera había sacramentum o algo similar entre los griegos, convierte un silencio de las fuentes (que no mencionan un juramento de este tipo) en una nueva verdad profética de la que es imposible dudar por su carácter divino. La realidad, en cambio, bien pudo ser otra muy distinta. Por lo que sabemos de Esparta no sería defender la cuadratura del círculo decir que debió haber algun tipo de juramento, a sus reyes , al resto de los homoioi, o a la propia ciudad. En cualquier caso hay una duda razonable que no está reflejada por ninguna parte.

-Pag.181. “Todas las ciudades estado reconocían firmemente que todos los ciudadanos era libres (excepto los sinvergüenzas que, por una razón o por otra, habían perdido toda o parte de su libertad).”. Quizá el señor Finley haya olvidado que entre esos esclavos (y hasta la abolición de la esclavitud por deudas propiciada por Solón) eran campesinos que por avatares del destino como una sequía , una inundación, o cualquier otro desastre, ya por mano del hombre, ya por causas naturales, cayeron en desgracia y engrosaron ese nutrido número de “sinvergüenzas”.

Gracias.
Javier Jurado
@jajugon
Anímate a suscribirte
jajugon.substack.com/
Última Edición: 13 Dic 2010 11:49 por Kierkegaard.
El administrador ha desactivado la escritura pública.

Re: Comentario sobre "El Nacimiento de la Política" de Finley 13 Dic 2010 15:12 #574

  • Nolano
  • Avatar de Nolano
  • DESCONECTADO
  • Escolástico
  • Mensajes: 4001
  • Gracias recibidas 3980
Me parecen unos comentarios un tanto sesgados y que no hacen justicia al texto de Finley, que es realmente interesante. Claro que, al recoger en apenas 200 páginas (en la edición con la que trabajo, que es la francesa, pues no me pude hacer con la española) un periodo político de unos siete siglos, es inevitable una cierta simplificación en el análisis; que, por otro lado, es lo que uno espera de una obra de estas características: que nos muestre las grandes líneas, no una exposición de detalle enciclopédico.

Sin duda el que ha escrito esos comentarios que nos reproduces, Kierkegaard, no está de acuerdo con la tesis principal de Finley. Ésta consiste en que el sistema político grecolatino (Roma sería una constitución “aristocrática”, un patriciado, en una polis inicial que se acabó convirtiendo en una macrópolis de extensión enorme, superando en mucho los reducidos límites territoriales de la polis griega) no fue inmune a las tensiones socioeconómicas derivadas de las diferencias de riqueza entre unos ciudadanos y otros, pero logró perpetuar el sistema político, el metarrelato político, mediante continuas ampliaciones de los recursos disponibles colonizando o conquistando nuevos territorios, lo que sirvió de válvula de escape a las penurias y la pobreza que amenazaban la polis al incrementarse la población, De ahí la continua creación de colonias por Atenas (y las demás polis, como Corinto, por ejemplo) en Asia Menor, Sicilia y todo el Mediterráneo. El mismo modelo siguió Roma, aunque más militarizado, que en última instancia se concretaba en la formación de colonias mediante el reparto de la tierra conquistada a los veteranos (Emerita Augusta – Mérida, Legio Septima – León, Caesar Augusta – Zaragoza...). Evidentemente este análisis es de corte un tanto marxista y tal vez eso ha disgustado al “comentarista” del rincón del vago (RV).

Vamos con los textos (las traducciones del francés son mías, así que no coincidirán con los de la traducción de la edición española):

-Pág. 39: Tras observar Finley que las ciudades-Estado carecían de policía o de medios para imponer coercitivamente la obediencia a los ciudadanos o para someterlos, el texto reproducido en RV viene precedido de lo siguiente: “Pero vamos a ocuparnos de Estados que fueron políticamente estables durante siglos. Por supuesto no fue así en todos los casos, pero lo importante es que las tres ciudades que, por motivo de disponer de fuentes documentales, monopolizan nuestra atención –Esparta, Atenas, Roma-, se caracterizaron... (aquí empieza la cita de RV)”. Nadie (y por supuesto, no lo hace Finley) niega la existencia de crisis ni de cambios de Gobierno. Pero no hay que confundir, como hace el comentarista de RV, eso con cambios institucionales, que, la verdad, como dice Finley, fueron muy pocos. Sólo hay que pensar que, por ejemplo, Augusto, mantuvo el Senado en Roma (a pesar de gobernar como un monarca). Finley habla de estabilidad de las instituciones, no de los gobiernos. Y, por supuesto, las personas y las clases sociales que tenían el poder político siempre fueron básicamente las mismas. No hubo revolución social ni económica alguna en la antigüedad clásica, y nadie dio la vuelta a la tortilla en cuestión de clases sociales durante todos esos siglos.

- Pág. 40: Dice Finley antes del texto citado por RV: “En las ciudades-Estado, incluso las que no pertenecían a la categoría de las conquistadoras, los costes de funcionamiento del Estado, incluidos los gastos militares, eran soportados en su totalidad por las clases de ciudadanos más ricas, en la medida en que no se conseguía endosárselos a los extranjeros... Se exceptuaba esa regla cuando las fuentes de ingresos ordinarios del Estado no bastaban para las necesidades militares. En las mayores crisis, como la guerra del Peloponeso o las guerras púnicas, estos impuestos ‘extraordinarios’ llegaron a ser frecuentes y su carga pesada de llevar. Sin embargo, el punto decisivo es que cada año se celebraba una votación específica para autorizar la leva si era necesaria. Nunca pasaron a ser contribuciones regulares... (sigue la cita de RV)”.

-Pág. 169: Aquí Finley está comparando (en un capítulo que lleva por título “Ideología”) la filosofía política griega (en particular la visión de Polibio, que vivió durante la expansión de Roma) con la romana (en particular, la visión de Cicerón y Salustio) y dice: “Incluso admitiendo que los testimonios más antiguos se hayan perdido con los discursos de Catón el Viejo o de Tiberio Graco por ejemplo, permanece el contraste fundamental entre las dos sociedades. Eso merece una explicación; destaquemos desde el principio la ausencia, en Roma, de los dos fenómenos que, como hemos visto, estuvieron en el origen de la aparición de una reflexión política en Grecia. Los romanos no tenían que resolver el enigma propuesto a los griegos por la existencia, en el mundo clásico griego, de una gran variedad de modelos constitucionales. Tal vez hubiera bastante diversidad en Italia; pero cuando los romanos se interesaban en sus vecinos (dentro y fuera de Italia) sólo era para conquistarlos. Lo que hacían con una ferocidad calculada acompañada de desprecio: nada que exigiese análisis o explicación”. O sea, que aquí Finley, en contra de lo que parece querer decir RV, se refiere sólo a la despreocupación política de Roma por sus vecinos (Roma era una Ciudad-Estado aislada, no como las griegas que formaban todas ellas una comunidad, la Hélade, diferenciada de los bárbaros), y para nada de la asunción por Roma de la cultura y el arte griegos. Seguro que los patricios romanos (con Cicerón a la cabeza), conquistadores del mundo con sus legiones, no sentían hacia las políticamente decadentes polis y los reinos helenísticos sino un profundo desprecio. Y eso no significa que Cicerón no supiera griego y no leyera a los clásicos y no admirara los maravillosos logros helénicos; son cosas muy distintas.

-Pág. 170: Comentando las diferencias entre la milicia griega y la romana dice Finley que en Roma “los generales-cónsules detentaban el ‘imperium’, una noción que comportaba connotaciones sagradas, y tan extraña a un griego que Polibio no encuentra palabra para traducirla. En resumidas cuentas, el carácter sagrado del ‘imperium’ sólo era una manifestación entre otras del lugar central que ocupaba la guerra dentro de la religión, y especialmente en el sistema ritual oficial del Estado romano... No hay tampoco equivalente griego del ‘sacramentum’, el juramento de lealtad al general que todo soldado u oficial romano pronunciaba de forma particularmente solemne cada vez que era movilizado, y que estaba obligado a renovar en cada cambio de general”. Aquí inserta Finley una nota en la que discute la posible similitud (que rechaza) con el “juramento de los efebos” en Atenas. Por otro lado, un poco más adelante compara el sistema romano con el espartano en cuanto a la “convicción de que hay que obedecer a quien ostenta el poder” formaba parte tan íntimamente de la mentalidad del ciudadano romano ordinario que reaparecía en su comportamiento político explícito (y dice esto sólo como una “convicción” del propio Finley).

-Pág. 181: “Todas las ciudades afirmaban con fuerza que, salvo algunos malvados que habían perdido toda o parte de su libertad por tal o cual motivo, todos los ciudadanos eran hombres libres”. Desconozco qué palabra inglesa utiliza Finley, que ha sido traducida por “sinvergüenzas”. En mi texto francés la palabra utilizada es “scélérats”, que se traduce al castellano como “infame” o “malvado”. Lo que dice Finley, según mi traducción, no tiene nada de raro: que todos los ciudadanos eran libres salvo los privados de la libertad por su comportamiento antisocial (como hoy en día los presos, por otra parte).

Quizá alguien que esté estudiando Historia Antigua tenga alguna opinión formada sobre estas cuestiones que supongo que son tratadas en los libros de la asignatura.
Bin ich doch kein Philosophieprofessor, der nöthig hätte, vor dem Unverstande des andern Bücklinge zu machen.
No soy un profesor de Filosofía, que tenga que hacer reverencias ante la necedad de otro (Schopenhauer).


Jesús M. Morote
Ldo. en Filosofía (UNED-2014)
Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla
Última Edición: 22 Dic 2010 23:10 por Nolano.
El administrador ha desactivado la escritura pública.
Los siguientes usuarios han agradecido: Kierkegaard
  • Página:
  • 1
Tiempo de carga de la página: 0.212 segundos